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27/5/12

"Los Opas (otro drama burgués)" en el Teatro La Comedia



Los Opas, escrita y dirigida por Daniel Dalmaroni, pese a que el subtítulo de la obra plantea la expectativa de colocarnos frente a otro drama burgués –similar a otros que conocemos- desde el comienzo ocurre lo contrario.

Todo transcurre en el espacio de la vida cotidiana de una familia de clase media; en el interior de una casa deteriorada, habitada por el desorden y la suciedad, con telarañas colgando de las lámparas de la sala principal, botellas de alcohol y bollos de papel desparramados por el piso, muebles desvencijados y arrumbados, una jaula sin pájaro, y diarios viejos. 

Pero en medio de tanto abandono, un proyecto parece anidar en los carteles pegados sobre las paredes descascaradas. Así es, hay un plan. Ernesto, Mario y Ana son quienes deciden llevarlo a cabo. Es que ya no resisten los estragos que la enfermedad y la vejez de una anciana han hecho durante los últimos diez años sobre sus vidas; una anciana a la que están cansados de mantener emocional y económicamente, y que además -dicen- ha sido la causante de todos sus fracasos y postergaciones. Por todo eso, tras la elaboración de un plan siniestro, los tres acuerdan asesinarla.

Sin duda, ya la decisión de llevar a cabo un asesinato resulta chocante, pero en este caso, teniendo en cuenta  el vínculo que une a los victimarios con la víctima, resulta absolutamente macabro. Lo increíble es que ninguno de estos tres opas siente culpa, es más, comienzan a sentirse felices al fantasear con la idea de la gran vida que empezarán a vivir a partir del momento en que se deshagan de su madre. 

El planteo en sí resulta espantoso; por ello Dalmaroni, como es su costumbre, recurre al más crudo humor negro para hacer tolerable aquello que de otro modo sería insoportable. La obra se construye en el des-borde. Se trata de un mundo anclado en el absurdo, en el que seres patéticos, egoístas, desamorados y estúpidos son los partícipes necesarios sobre los que se sostiene este delirio. Y el matricidio, que normalmente queda circunscripto al plano de la fantasía, -a una expresión de deseo frente a una situación intolerable-, aquí se convierte en un hecho real y concreto, constituyéndose así en un contrarrelato burlesco de las relaciones de parentesco.

Con respecto a las relaciones de parentesco y a sus problemáticas, desde la propuesta dramatúrgica Dalmaroni expresamente homenajea a Roberto “Tito” Cossa -referente insoslayable del neo-grotesco de los ´80-, en particular, a través de un parlamento del personaje de la madre en la escena II: -“Tenés razón. No hay que llorar. “No hay que llorar, Nona”, como dice siempre Tito.” (…) “El enfermero de la mañana. Un genio, Tito.”. Un guiño interesante del autor que reconoce explícitamente anteriores abordajes de esta temática en otras obras.

En esta pieza también es para resaltar el gran desempeño actoral de todo el elenco, integrado por Jorge Brambati, Luciano Guglielmino, Natalia Rey y Ricardo Cerone, quienes a través de magníficas interpretaciones le dan carnadura a unos personajes realmente abominables, cuyas fisonomías se completan a través de un vestuario (de Cecilia Carini) que a simple vista logra plasmar el estereotipo de cada uno.

Y tanto la escenografía como la iluminación (de Marcelo Salvioli) contribuyen de un modo acertado a la construcción de los distintos climas, espacios y tiempos. Muy buena también la decisión de acompañar con música (original de Malena Graciosi) el pasaje de una escena a otra mientras la sala queda a oscuras.

Los Opas, una maravillosa oportunidad para adentrarse en las profundidades de ese universo tan particular y atrapante que es el mundo Dalmaroniano.



Teatro: La Comedia – Rodríguez Peña 1062 – C.A.B.A.

Funciones: Viernes y Sábados 21.30 hs  


Entradas: $ 60.- (descuento estudiantes y jubilados $ 40.-)

26/5/12

"Las Descentradas" en el Teatro Regio




Las descentradas son mujeres que no encajan en su entorno social ni en su época; mujeres que  se atreven a pensar y a cuestionar el orden de las cosas, y sobre todo, el lugar en el mundo que una arrasadora lógica masculina les asigna, limitando  sus roles sociales y circunscribiendo su horizonte de expectativas al ámbito doméstico. En este contexto, son descentradas aquellas mujeres que no aceptan interpretar papeles sociales secundarios, y por ello luchan por convertirse en las autoras y protagonistas de sus propias vidas, aunque sin medir las consecuencias de tales decisiones.   

La directora Eva Halac logra con maestría que en el entramado de Las Descentradas sea posible leer dos historias. Por un lado, en la superficie, se desarrolla un melodrama de época que transcurre en Buenos Aires durante los años 20, y tiene por protagonista a una mujer casada que se enamora de un hombre prohibido. Pero por debajo de esta intriga de amores y desengaños se despliega otra historia que, a través de extensos y críticos parlamentos puestos en la voz de Elvira, deja al descubierto el papel insignificante y marginal  asignado a las mujeres hacia la segunda década del siglo XX.  

La protagonista de la obra es Elvira Ancizar (Eleonora Wexler); una mujer de unos treinta años, que pertenece a una clase acomodada y está casada con un político corrupto, con quien no tiene  un matrimonio feliz. Y el hombre prohibido es Juan Carlos Gutiérrez (Roberto Vallejos).

Elvira y Juan Carlos desafortunadamente se conocen el día en que él se compromete con Gracia (Guadalupe Docampo), una jovencita con la que Elvira sostiene un vínculo casi maternal. De allí en más se desarrollará una historia de apasionados encuentros y desencuentros.    

Elvira no es del tipo de las felices, sino de las otras; que incluso se define a sí misma  como una mujer “con ideas boxeadoras”.  Y sin lugar a dudas  en este personaje hay mucho de su autora, Salvadora Medina Onrubia, quien fue una mujer muy adelantada para su época, entre otras cosas, porque se atrevió a ser madre soltera cuando serlo era un verdadero escándalo; también fue dramaturga, periodista, militante anarquista y una ferviente defensora de los derechos de la mujer. Incluso fue una mujer que sufrió enormes contradicciones (igual que el personaje de Elvira) al casarse con el millonario Natalio Botana, por entonces dueño del diario Crítica.

Evidentemente, muchas de las circunstancias de la vida de Salvadora aparecen en Las Descentradas, donde tanto el personaje de ficción como su autora, comparten la misma convicción de no ajustarse a lo que la sociedad espera de las mujeres. Elvira se sale del molde cuando decide seguir su deseo, sabiendo que al hacerlo traspasará los límites de lo socialmente permitido; y Salvadora no se ajusta a los cánones de su época al manifestar sus ideas por medio de la actividad literaria –como dramaturga y periodista- y también a través de una comprometida militancia política.

En cuanto a los elementos técnicos, Eva Halac  elige un amplio espacio escénico para el desarrollo de la pieza, con un gran despliegue escenográfico estilo art nouveau y  un vestuario fantástico (ambos de Micaela Sleigh). También hay un gran trabajo de iluminación (de Miguel Solowej)  y de sonido (Sergio Vainikoff), que contribuyen de un modo acertado a la construcción de los distintos climas, espacios y tiempos.

Con relación a las actuaciones, es para destacar el gran trabajo de Eleonora Wexler quien encarna el papel de Elvira; un personaje muy complejo, que debe transitar por distintos registros a lo largo de toda la obra, mutando a medida que lleva a cabo un profundo proceso de transformación; y lo logra maravillosamente.  Roberto Vallejos le da vida a un Juan Carlos atractivo por el que vale la pena luchar y dejarlo todo, pero que hacia el final de la pieza, en la escena culminante, mengua en la intensidad dramática de sus reacciones. El resto del elenco, integrado por María del Carmen Sánchez, Guadalupe Docampo María Urdapilleta, Ernesto Claudio, Agostina Degasperi, Facundo García Dupont, Carlos Scorrnik, Gabriel Rivas, Alejandra Flores y Nazareno Molina, tiene un desempeño actoral muy lucido en cada una de sus intervenciones.

Las descentrada fueron, son y serán todas aquellas mujeres diferentes, que no pasaron desapercibidas por la vida, y que marcaron el comienzo de un arduo camino en la lucha por la conquista de la igualdad de derechos de género.

Las Descentradas, una muy conmovedora pieza teatral.



Teatro: Regio – Córdoba 6056 – C.A.B.A.

Funciones: De Jueves a Sábados a las 20.30 y Domingos a las 19.30.

Entradas: Desde $ 35.- / Jueves día popular con entrada general a $ 30.-

3/5/12

"Las de Barranco" en el Teatro del Ángel



Las de Barranco, es sin lugar a dudas una extraordinaria pieza de Gregorio de Laferrere. Un exquisito cuadro de época, pintado con minuciosos trazos de realismo, en donde tanto la acción como los personajes y su lenguaje se presentan con naturalidad, en el contexto de la vida cotidiana. Y es a través de los diálogos, en su devenir, en su expresión viva bajo la forma de un  habla coloquial, que el autor logra introducirnos en el imaginario de una clase porteña acomodada, que hacia fines del siglo XIX se ve profundamente afectada por transformaciones sociales y económicas.

La directora Zaida Mazzitelli se atreve a recrear este universo social retratado hace más de un siglo por Laferrere, y lo logra con maestría, desplegando la historia de una familia que  ha descendido en su posición social -que se encuentra “venida a menos”- y que a cualquier precio tratará de salvar las apariencias.

La columna vertebral de esta pieza es la viuda del capitán Barranco, Doña María (Anabela Denápole). Una mujer egoísta, calculadora y oportunista, cuyo único propósito en la vida parece ser mantener su status social, utilizando para ello cuanto recurso esté a su alcance para evitar caer en la pobreza,  sinónimo de vergüenza y descrédito; el peor de los infortunios.

El autoritarismo es otro de los rasgos característicos de la viuda, padecido por sus tres hijas, que si bien acatan sus órdenes bajo el influjo del temor, lo hacen de distintos modos: Pepa (Lucía Scotto di Carlo) y Manuela (Laura Ledesma) secundan sus  manejos sin cuestionamientos; en cambio la bella y sumisa Carmen (María Eugenia Gómez) -la mayor de las tres hermanas-, aunque alberga tímidas resistencias, tras verse reducida por su despiadada madre a una apetecible carnada para aquellos pretendientes adinerados que la acechan, vive sus días inmersa en un profundo desasosiego.

En la estampa de Doña María se encarnan todas las insensibilidades de un mundo superficial y materialista; como contrapeso,  en la figura de la hija mayor se constituirá su alter ego. Sin ninguna duda, Carmen es la elegida por el dramaturgo como su criatura predilecta, en la cual deposita todas sus esperanzas. Y es a partir de esta lucha de universos opuestos, que el autor nos ofrece una mirada crítica acerca del mundo en el que le toca vivir.

La trama se entreteje a partir de constantes cruces entre lo trágico y lo cómico, logrando un acertado ritmo dramático, que se sostiene en un desempeño actoral muy sólido de todo el elenco.
Anabela Denápole (Doña María) debe sortear la complejidad de darle carnadura a un personaje camaleónico que necesita acomodarse   -rápidamente y de la manera más conveniente-   a cada situación que se le presenta; y la verdad es que esta actriz lo logra maravillosamente.

El resto de los personajes -de acuerdo con el planteo de la dramaturgia- tiene un carácter más estereotipado y cumple una razón de ser dentro de la obra: Manuela es la hermana menor y su personaje representa la juventud irreflexiva que obra con inconsciencia y frivolidad; Pepa es la hermana del medio desencantada con la vida; Linares es el escritor que alquila una pieza en la casa de las Barranco (Matías Broglia) y encarna el criterio de justicia. Morales es un inquilino estudiante de medicina (Alberto Romero) cuyas declaraciones y comentarios permanentemente aclaran el sentido de cada una de las situaciones que se plantean; en este contexto, su apellido no parece casual, y bien podría identificarse a este personaje con el punto de vista del autor. Rocamora es el tendero (Horacio Serafini) que encarna la figura del típico burgués utilitarista que cree que puede comprar a la gente con su dinero; Barroso es el boticario (Rubén Ramírez), un tipo mediocre e insípido, que se lo pasa riendo sin razón; y Castro es el cobrador de alquileres (Gustavo Brenta). Otros personajes que agregan dinamismo a la trama son el Muchacho/Jenaro/Pérez (Manuel Heredia), Doña Rosario/Cocinera (Maricel Vicente) y Petrona (María Cecilia Cabrera).
Así es como cada uno de los integrantes de este numeroso elenco, constituye una pieza indispensable para el  funcionamiento del todo.

El vestuario (de Karina Maliauskas) además de reforzar  el arquetipo de cada personaje, resaltando en cada uno sus rasgos distintivos, logra recrear la atmósfera de la época en que se inscribe el drama.  Y la escenografía -sin grandes despliegues- aporta verosimilitud al espacio de la escena.

Laferrere, a través de una mirada lúcida y muy crítica, ausculta el pulso de una sociedad que en su búsqueda de una apariencia digna, termina cayendo en la indignidad moral. De este modo, entre líneas puede leerse que de ninguna manera el fin justifica los medios.

El autor a través de esta pieza nos exhorta -a los seres humanos de cualquier época- a que luchemos por sostener nuestros valores aunque el mundo entero piense distinto. La vida que elegimos depende de nuestra exclusiva responsabilidad; sólo hay que tomar conciencia de ello y jamás perderlo de vista.

Las de Barranco,  planteos universales en el transcurrir de la vida cotidiana. Un bellísimo hecho teatral.


Autor: Gregorio de Laferrere.
Dirección General: Zaida Mazzitelli.
Asesoramiento de vestuario: Karina Maliauskas.
Diseño de luces: Z. Mazzitelli – G.G. Miramón – R. Miguel.
Música original: Marcelo Salvati.
Diseño gráfico: Zaida Mazzitelli.
Fotografía: Gastón García Miramón.
Asistente de dirección: Roxana Miguel.
Asistente de sala e iluminación: Gastón G. Miramón.
Elenco: Anabel Graciela Denápole, Manuel Heredia, María Eugenia Gómez, Maricel Vicente, Laura Ledesma, Lucía Scotto di Carlo, Alberto Romero, Gustavo Brenta, María Cecilia Cabrera, Matías Broglia, Rubén Ramírez y Horacio Serafini. 


Teatro: Teatro del Ángel – Mario Bravo 1239 – C.A.B.A.
Funciones: Viernes 21 hs.
Entradas: $ 40.- (Descuento a estudiantes y jubilados: $ 35.-).